Todas somos Mujeres de Cambio

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Ana tiene 28. Estudió Gestión Cultural en la UNAM. Emilia, su hija, tiene 3. Desde que Emilia nació, Ana fue a vivir a casa de los papás de Rubén, el papá de Emilia. Desde entonces, Ana dejó detenida la tesis, sostuvo la maternidad de Emilia en casa de sus suegros, mientras Rubén se iba a trabajar.

Todos los fines de semana, Ana sale y levanta un puesto de antojitos, en el que a veces se involucra Rubén, o a veces no. El dinero que sale de la venta de antojitos, sirve para administrar los gastos fijos de la semana: comidas, limpieza, y uno que otro capricho personal. Hasta que llegó la pandemia…

Durante 2020, entre lágrimas y una rabia que no había experimentado con esa intensidad, quizá porque el puesto de antojitos se quedó desierto, o también porque la relación con Rubén ya no va bien y parece que era más fácil ser novios, a esposos, Ana descubrió que en el compartir fragmentos de sus libros preferidos con otras mujeres, a través de “círculos virtuales”, todos los martes y viernes, le había devuelto a sus días algo que ella llevaba tiempo sin sentir de esa forma: alegría. 

En junio de 2020, Ana enfermó y, casi de forma inmediata, Emilia. La Covid estaba en casa y había que parar. Ana dejó el círculo de lectura. Se dedicó a sostener los cuidados de su cuerpo, y también de su mente, que en esos días se convirtió en un terreno de angustia: Emilia, a quien hasta esos días no le habían diagnosticado problemas de asma, tuvo fuertes espasmos respiratorios, y en varios de los peores momentos, Ana creyó que Emilia moriría. 

Ambas sobrevivieron. Y también lo hizo el círculo de lectura. 

En los días más difíciles, las mujeres que conformaban el círculo de lectura: chavas de quince, estudiantes y madres de veintitantos, mujeres arriba de los cincuenta, todas, habían estado al pendiente de Ana. Enviando mensajes de whatsapp, llamando. Iraís, una de las más jóvenes, le pidió permiso para ir a visitarla y, cierto viernes, llegó para entregarle una copia de “Mujercitas” y decirle que la esperaban, cuando todo estuviera mejor, para volver a leer juntas.

Quizá eso, y no solo los medicamentos, hicieron que la visita de la Covid a casa no fuera devastadora. Ana retomó, después de mes y medio, los círculos de lectura, con una asistencia del 100% de todas las usuarias que estaban antes de que enfermara. Leyeron, rieron y lloraron con “Mujercitas”. 

Había una propuesta: un cover simbólico, en cada sesión, para apoyar los gastos que seguramente había tenido Ana para su recuperación, a cambio de la preparación de las lecturas y la guía en el cierre de cada una, como de hecho ya lo hacían, pero hoy, desde su propia comunidad, Ana recibía un “contrato”, el de ser elegida como la “Guía remunerada” del círculo de lectura. 

Conforme las semanas, y las lecturas, avanzaron, Ana descubrió que el espacio daba a las mujeres con quienes lo compartía, y no solo a ella, un sentido diferente a los días. Las nutría intelectual y, también, emocionalmente. Les permitía sanar, como a ella y a Emilia, de los malos días que se atravesaban entre muertes cercanas, enfermedad, precarización y problemas en casa. Entonces decidió convocar a más mujeres. 

Generó las redes sociales del proyecto, diseñó un logotipo, un nombre, y de repente ya no eran 10, sino 30. Algunas con beca, otras con propuestas de libros en lugar de cover, otras que ponían el cover y un poco más. Se reunían tres veces a la semana. Comenzaron a escribir y compartir sus textos, reflexiones post lectura, en un círculo que ya no era círculo, sino un taller de lectura y escritura para mujeres. 

Y varias comprendieron, con ese taller, que era el momento de comenzar algo nuevo: renuncias a trabajos explotados que en el día de la muerte de la mamá de alguna  a causa de una complicación por Covid, les había prohibido faltar; salidas de relaciones de pareja en las que se sentían aprisionadas; abandono del hogar familiar donde habían pasado, de forma aún más dura, el encierro Covid debido a los golpes y groserías de hermanos, padres o tíos, mientras ellas hacían malabares con los cuidados, y lazos, dentro de esos espacios.

Reflexión, renuncia, decisión de sanar. Eso habían traído los días de los primeros círculos de lectura, que decantaron en un emprendimiento feminista en busca apoyar la generación de contenidos de valor y la gestión de redes sociales de proyectos de emprendimiento de mujeres…. las mismas que encontraron su camino en aquellos círculos digitales de los días Covid.

Aunque nos gustaría que ésta fuera la historia real, se compone de fragmentos de las de diferentes emprendedoras que no lograron avanzar, o renunciaron, debido a falta de capital; de apoyo de sus familias para equilibrar trabajos de cuidado con actividades productivas; de formación para solventar con diferentes herramientas las etapas de un emprendimiento, o porque lo anterior en conjunto resulta tan fuerte que la mente claudica luego de varios intentos. 

En un esfuerzo por abrazar estas historias, buscando minar ese panorama detrás de la ausencia de emprendimiento desde las mujeres, es que existe Mujeres de Cambio, que suma formación y trabajo en equipo, además de una comunidad de emprendedoras latinoamericanas, para sortear colectiva, y colaborativamente, el camino.

Todas somos Mujeres de Cambio

Mujeres de Cambio surge en un contexto donde, con base en el análisis de la periodista Shelma Navarrete de Expansión Política, después de la pandemia por Covid 19 hoy hay 93,279 más mujeres involucradas en el comercio informal, al menos en México, de las que había al inicio de la emergencia sanitaria, declarada en marzo 2020: 541,851 hoy, respecto a 448,581 en los albores de 2020.

La informalidad deviene un recurso desesperado de acceso al trabajo generado por la precarización en los hogares, donde 9 millones de mujeres son jefas de hogar en México (Encuesta Intercensal del Banco Mundial), lo que podría traducirse en que, además de trabajadoras, somos “amas de casa”: 14 horas de trabajo en el hogar al día (cuidados de personas mayores, infancias, limpieza, cocina), más lo que implique el negocio, de acuerdo a OXFAM. 

Un contexto en el que hoy se experimenta el mayor porcentaje de licenciaturas concluidas por parte de mujeres en México: 53% de graduadas; pero en el que, paradójicamente, obtienen un 66% respecto al salario de sus homólogos varones con el mismo nivel de estudios. Una concatenación peligrosa, salvaje, entre mandatos sociales y estilo de vida. Un panorama frente al que, todavía, muchas elecciones responden a reforzadores culturales.

Desde la voz de mujeres que se han atrevido a emprender, a levantar y sostener un negocio, a convertirlo en empresa, a volverlo escalable, a proyectar su valor, Mujeres de Cambio busca contribuir a minimizar la brecha de género en el emprendimiento, donde el capital, la falta de contactos y la dificultad para conciliar el trabajo de cuidados con las actividades productivas, son las tres principales barreras para que las mujeres logremos emprender y lograr el éxito de nuestros negocios.

Mujeres de Cambio es un programa que, desde muchas y diversas voces, te invita a formar parte de un proceso de acompañamiento, construcción de tu proyecto y la posibilidad de levantar capital semilla para iniciarlo. Puedes traer solo una idea, o un proyecto consumado; tener 18 o 60; ser mamá o disfrutar tu soltería: honestamente, estamos en busca de emprendedoras cuyo sueño sea… hacer que el sueño se convierta en realidad; que se sacuda el miedo, y que crea en el valor de sus ideas para llevarlas al siguiente nivel, porque es en ellas, en los orígenes de esas ideas, donde radica su poder.

¿Qué necesito para sumarme?

  1. Revisar la convocatoria completa
  2. Registra tu proyecto o, si no tienes uno, también súmate para comenzar con su ideación, a través de este formulario
  3. Dale seguimiento a las instrucciones que se te indiquen. 

En el camino aprenderás, de la mano de varias mujeres, sobre la construcción de un negocio, claves para sostenerlo y sobre todo, para disfrutar el camino del emprendimiento desde nosotras: una vereda en construcción y con muchas barreras, como entendimos a través de este texto, pero que necesita de nuestro entusiasmo y, sobre todo, de nuestra resiliencia, para construir hitos y referentes, impulsar lo que hacemos y, de paso, ayudar a que otras continúen atreviéndose a tomar este camino y lograr que “Todas seamos mujeres de cambio”.

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