¿Cuántas veces has dicho que harás algo y al final actúas de otra manera? Especialmente cuando quieres tomar decisiones que implican esfuerzos importantes: tener un mejor cuerpo, dejar algún vicio, etc. No estás solo, créeme, ¡esto nos pasa a todos todo el tiempo!
El dilema que tienes aquí es de tipo económico. Sí, es como hacer una compra. De manera inconsciente medimos el esfuerzo que nos cuesta no cenar unos deliciosos y grasos tacos pensando en lo que ganaremos en nuestra salud por hacer esa inversión. Pero, ¡ojalá fuera tan sencillo!
El problema está en esa vocecita interna o tendencia natural que nos invita a posponer pequeños costos o esfuerzos de hoy y ahora, pensando que es mejor que nuestro “yo futuro” sea quien se encargue de ellos.
Y como quizá ya notaste, al ser un asunto económico, este fenómeno causa más problemas cuando pensamos en los costos y beneficios de tipo social a los que se enfrentan las personas que viven en condiciones de marginación y pobreza.
Fundaciones, empresas sociales y países donantes lo ven muy seguido: aunque ofrezcan los mejores proyectos de salud, educación, nutrición, etc., se les complica hacer que la gente saque ventaja de lo que se les ofrece.
Esto es cierto cuando los proyectos incluyen una tecnología o producto en específico (quizá aquello que tienes en mente) que no genera beneficios inmediatos: vacunación gratuita, educación a la puerta del hogar, redes contra mosquitos, y tantas cosas geniales que ya se practican en otros lados. ¡Pero si es evidente la necesidad ¿cómo es que no lo provechan?!
En un entorno de marginación, el valor que se da al tiempo es distinto. Día a día, el “yo presente” tiene la prioridad absoluta de llevar a cabo tareas de supervivencia básica: llevar el pan a la mesa, al menos para ese día.
En estas condiciones es difícil (y quizá hasta inmoral) pedirle a una persona que haga uso de su limitada dotación de tiempo y energía para que alguien de fuera le diga qué es mejor para ella, aunque no vea resultados sino hasta después de años; o quizá nunca de manera evidente (las vacunas, por ejemplo). El costo que tiene para el “yo presente” es muy alto, aunque mi “yo futuro” pudiera salir ganando.
De ahí la importancia que tiene para los modelos de negocio social, proyectos de impacto u otras variantes incluir un buen sistema de incentivos para que la gente se deje ayudar. Incentivos que ofrezcan un beneficio inmediato al mismo tiempo que un beneficio futuro. Un buen ejemplo de esto podrían ser las transferencias condicionales efectivo (CCTs), u ofrecer utensilios de cocina para quienes asisten a campañas de vacunación, o los bien conocidos programas de desayunos escolares, entre muchos otros.
Por último, entiendo que tienes una idea de negocio social o precisamente estás ya dedicando parte importante de tus días (y hasta noches) en eso. Si es así, te digo esto para que consideres que por más genial que sea tu idea, si ésta va encaminada a la gente más necesitada, no tomes a la ligera el hecho de que quizá tus clientes/beneficiarios exijan más de tu tiempo dinero y esfuerzo para ayudarlos a que se ayuden.
Basado en este libro.