Entre todos los artículos que circulan hoy día sobre la generación Millennial en las redes sociales, seguramente te has topado con la idea de que la gente de esta generación no está conforme simplemente con tener un trabajo tradicional que ocupe la mayor parte de su tiempo y su talento para enriquecer a una compañía y los intereses de sus propietarios.
En parte, es por esto que tú, yo y tantos otros nos hemos involucrado de una manera u otra con la idea del emprendimiento social y el ideal de empezar una empresa con nuestras propias reglas, diseñada para dar sentido a nuestra vida resolviendo los problemas sociales y ambientales que hemos heredado.
Sin embargo, también corremos el riesgo de creer que todos tenemos la misma pasión y las capacidades para comenzar y liderar una empresa. Siendo realistas, ser emprendedor social no es para todos y, aún más, podría convertirse en una moda pasajera.
De hecho, la esencia del emprendimiento social no está en ser capaz de comenzar una empresa por uno mismo, sino en hacer que el tiempo de vida que se dedica al trabajo genere un cambio positivo para otros; sobre todo para los que menos tienen (incluyendo el medio ambiente).
También existen otras figuras como la del intraemprendedor(a) social. Esa persona que trabaja en el gobierno o en empresas más “tradicionales” y que aporta algo más allá de lo estrictamente necesario: dar sentido a su día a día buscando innovar a través de nuevos procedimientos, productos, servicios o actividades filantrópicas desde su puesto actual.
Para millennials o no millennials, el intraemprendimiento social es una puerta que está abierta para prácticamente todos los que tienen un empleo y que surge de la iniciativa personal. Ojo, no toda iniciativa es intraemprendimiento social, sino sólo aquellas iniciativas que promueven cambios significativos en las personas y sus comunidades; al contrario de otras que practicamos como las colectas, donativos u otros proyectos de poca duración y alcance.
Obviamente también es importante que los jefes y propietarios promuevan y permitan espacios para que esto suceda. Quizá habrás visto que hay empresas, como las certificadas por ESR que promueven estos principios. Sin embargo, hay que estar atentos a que las iniciativas de impacto social no se conviertan en otra estrategia para vender más o para hacer quedar bien a las compañías frente a sus críticos o consumidores (como el llamado greenwashing).
¿Quién podría entonces lograr más impacto, las empresas sociales que (aunque sean pequeñas y medianas en su mayoría), están diseñadas para que todo su hacer se dirija al impacto?, ¿o las empresas tradicionales o instituciones públicas que, con más experiencia y recursos pueden llegar a más personas? No lo sé, creo que dependería de comparar caso por caso. Lo importante es reconocer que las dos tienen poder de transformar.
Como es mi buena costumbre, además de leer te invito a conocer más en páginas como esta.