El capitalismo es actualmente el sistema económico predominante en el 98% de los países del mundo. Es un sistema que se basa en la ecuación extraer-producir-consumir y tirar que nació en los años 50’ luego de la segunda guerra mundial, cuando se creía que los recursos eran infinitos y no había verdadera consciencia de las graves consecuencias ambientales causadas por este tipo de economía.
No podemos negar que el capitalismo es un sistema que permitió a muchos países alcanzar una gran prosperidad en términos de crecimiento económico, de innovación tecnológica y progreso educativo y social. En los países con fuertes economías de mercado, la esperanza de vida aumentó 30 años, la educación primaria se extendió a millones de niños y la taza de alfabetismo de los adultos pasó de 43% a 60% entre 1970 y 1985 y gracias a la expansión de la clase media, la cantidad de universidad se multiplicó por 2.
Sin embargo, las condiciones actuales del planeta muestran que este progreso solo beneficia a una parte muy pequeña de la población mundial.
Actualmente, el 1% de la población posee más riquezas que el 99% restante. Más de un millón de seres humanos viven en la pobreza o con menos de un dólar por día mientras que un tercio de nuestros recursos naturales ya fueron agotados. Además, nuestra economía lineal de extraer-producir-consumir y tirar basada en la equívoca hipótesis de un planeta con recursos infinitos, produce tantos desechos que se estima que con toda la basura que contiene el Océano Pacífico se podría cubrir dos veces el tamaño de Estados Unidos.
Para la Organización Internacional del Trabajo, el futuro no es muy alentador.
Se estima que si seguimos con el ritmo de producción actual, al cabo de unos años, tendremos una severa escasez de agua, de alimentos de base y un fuerte aumento de la energía. En este escenario, habrá un fuerte aumento de la pobreza, de la desigualdad y desnutrición, y se generarán grandes flujos migratorios.
Tanto los ciudadanos por medio de las organizaciones filantrópicas y el Estado, tomaron cartas en el asunto para remediar estas problemáticas. Pero más allá de su buena voluntad, estas entidades no pudieron contra el sistema.
Las empresas sociales y la economía circular buscan dar una solución innovadora y disruptiva a estos problemas sociales y ambientales usando la fuerza del mercado. Estas organizaciones creen en una nueva economía más consciente, equitativa y verde; y ven al capitalismo como un medio para solucionar problemas, y no como fuente de ellos.
Debemos repensar los fundamentos del capitalismo y construir un terreno fértil para que el emprendimiento social constituya una verdadera alternativa para el capitalismo y sus consecuencias nefastas. Es tiempo de dejar de confundir dinero con riqueza.