En un mundo donde muchas veces pareciera que las ganancias económicas y el impacto social caminan por caminos opuestos, Frisby rompe con esa idea y demuestra que es posible encontrar un equilibrio consciente entre el retorno de inversión y el bienestar.
Para esta empresa, que lleva 46 años en operación, ganar no puede ser sin dar algo a cambio, porque el verdadero éxito está en crear un impacto positivo que beneficie tanto a la organización como a las personas que forman parte de ella y a las comunidades donde opera.
Para lograrlo, Frisby plantea que cualquier iniciativa debe estar basada en propuestas claras y trazables. Esto significa que desde el inicio debe definirse qué se quiere lograr, hacia dónde se dirige la acción, cómo se llevará a cabo y qué recursos son necesarios para concretarla. Esta claridad permite que cada proyecto tenga un propósito definido y pueda medirse su avance y resultados.
Una característica esencial de la estrategia de Frisby es su mentalidad de abajo hacia arriba. En lugar de imponer una visión externa o alejada de la realidad, la empresa se compromete a entender primero las verdaderas necesidades de las comunidades. Para ello, realiza diagnósticos detallados en áreas clave como la educación, el empleo y el desarrollo humano. Solo con esta comprensión profunda es posible diseñar programas que realmente respondan a las demandas y oportunidades locales, generando un impacto genuino y duradero.
En paralelo, Frisby ha construido el llamado “Camino Frisby”, una estrategia que abarca aspectos fundamentales como el legado, los valores organizacionales, la cultura de la empresa, el modelo de liderazgo y la participación activa de sus colaboradoras y colaboradores. Este camino es más que un plan, es una forma de entender cómo se debe trabajar en conjunto para crecer y avanzar.
La comunicación juega un rol fundamental dentro de este modelo. Frisby reconoce que la manera más efectiva para identificar las iniciativas que se deben llevar a cabo es dialogando con las personas que integran la organización. Preguntarles sobre sus desafíos y entender sus experiencias permite construir soluciones pertinentes y efectivas, adaptadas a las realidades concretas del equipo.
El bienestar integral de las personas que trabajan en Frisby es otra prioridad. La empresa no solo se preocupa por la salud física de su equipo, sino que también pone especial énfasis en la salud emocional y mental. Saben que si una persona no se encuentra bien emocionalmente, difícilmente podrá desempeñar su trabajo de manera óptima. Por eso, mantener un espacio digno, escuchar a las y los colaboradores y acompañarlos en sus desafíos son acciones fundamentales para crear un ambiente saludable y productivo.
Este cuidado se refleja no solo en el desempeño laboral, sino también en las relaciones entre compañeras y compañeros y en el clima general de trabajo. Las personas que toman decisiones en Frisby se esfuerzan por ponerse en los zapatos de su equipo, preguntándose si ellas mismas se sentirían seguras, valoradas y apoyadas en las condiciones actuales. Si la respuesta es negativa, eso se convierte en un llamado a revisar y mejorar las prácticas de cuidado y apoyo.
En resumen, Frisby es un ejemplo vivo de cómo una empresa puede crecer y ser rentable sin perder de vista a las personas y las comunidades que la rodean. Su fórmula se basa en la claridad, el diálogo, la comprensión profunda de las necesidades locales y el compromiso genuino con el bienestar integral. Este camino invita a otras organizaciones y emprendedores a reflexionar sobre la importancia de equilibrar el éxito económico con un impacto social real y positivo.