Los espacios públicos tienen el poder de cambiar la manera en la que vivimos. El único problema es que uno no lo sabe hasta que lo tiene. Y en muchas de nuestras ciudades, lo que ocurre es precisamente lo contrario.
Estamos tan acostumbrados a la propiedad privada –viviendo en burbujas dentro de burbujas- que hemos caído en la falsa impresión de que es la única manera de hacerlo; o lo que es peor, creemos que la alternativa sería terrible porque significaría sacrificar lo que «más valoramos»: la privacidad.
Nos hemos habituado tanto a pasar de la puerta de nuestra casa, al coche –otra burbuja- a la puerta de nuestro destino –a veces incluso de manera mecánica sin observar el camino- que la idea de compartir un sitio parece una amenaza a nuestra intimidad. El problema de esto es que convierte al desconocido en una molestia, desincentivando la convivencia entre pares. Es precisamente en el dialogo donde se construye el tejido social que lleva a la colaboración. Acabar con los espacios de encuentro es como ponerle freno a la innovación y posiblemente, a la solidaridad.
El asunto es que las ciudades no son los edificios y las calles que las delimitan, sino la gente que vive en ellas y la manera en la que interactúan los unos con los otros. En la decisión de adónde van y dónde se reúnen está en la esencia de lo que hace que una ciudad funcione, o al menos eso asegura Amanda Burden en su plática de TED: How public spaces make cities work (Cómo los espacios públicos hacen funcionar las ciudades).
La gran pregunta que se plantea en esta conferencia es, ¿Qué hace que un espacio público funcione? Es decir, ¿por qué algunos lugares parecen alejar a las personas y otros resultan ser un imán de interacciones?
La respuesta, como siempre, es un poco más complicada de lo que parece, pero la esencia parece ser muy clara: pensar en la experiencia humana que se vive en aquel lugar; y poner esa experiencia sobre todo lo demás, incluso el interés comercial.
Amanda cuenta una serie de anécdotas en donde ella, como Comisionada de Planificación Urbana de la ciudad de Nueva York tuvo que reestructurar los diferentes elementos -como el transporte, la vivienda y el flujo de las personas- para crecer de manera estratégica sin perder los espacios públicos.
De sus aprendizajes podemos resaltar 5 lecciones importantes de cómo generar espacios públicos exitosos:
- La gente como centro: El diseño de las ciudades debe estar en función a la experiencia de las personas no a la propuesta estética de los edificios. O bien, el diseño estético de los inmuebles debe responder a las necesidades que tengan las personas en la localidad. Se que suena algo lógico pero en ocasiones una construcción arquitectónica puede tener intereses más personales que de bien común. Tómese como posible ejemplo el Museo Soumaya.
- Aprender a escuchar: La comunidades deben formar parte de la co-creación de un espacio público. Antes de siquiera surgir con una solución es importante escuchar la manera en la que la gente concibe el espacio y qué características debería de tener para que les resulte útil. En otras palabras, el secreto está en la empatía. Hay que vivir toda la zona para saber cual es el ingrediente faltante; y quien mejor que los habitantes locales para describirlo.
- Inclusión y diversidad: Los espacios deben de permitir que las cosas se muevan y se adapten a la ocasión. De esta manera, pueden convivir personas con intereses distintos, ya sea estar en intimidad o sentarse y platicar. No todas las necesidades son las mismas y, por lo mismo, no puede haber una solución única. Lo esencial es que la gente pueda hacerlo suyo, encontrando lo que busca en ese momento, antes de ceder el espacio a alguien completamente distinto.
- Los detalles hacen la diferencia: Un espacio público es un manjar a los sentidos. Cuando uno asiste, ya sea para leer, conversar, o simplemente pasar un momento de relajación, pone todas las sensaciones a examinar. Un lugar que tenga un ruido molesto, un paisaje arruinado o un olor desagradable, jamás será aceptado del todo. Cuando se diseña el espacio, todo debe estar en consideración; incluido el alrededor.
- Un centro comercial nunca podrá ser un parque: Si se analiza la situación desde el punto de vista económico, es muy probable que lo idóneo sea utilizar el lugar como centro comercial, o incluso como la base para construir un edificio lleno de oficinas. Pero es precisamente que los parques se han vuelto tan preciados; porque cada vez escasean más los sitios libres de consumo. El verdadero enfoque no debe medirse en cuestión de dinero sino en función de la gente. Esconder tiendas lo cambia todo precisamente porque las personas se convierten en clientes.
Recordemos que los espacios públicos tienen el poder de cambiar la manera en la que vivimos. Saber que existe un lugar al cual acudir para escapar de la rutina y el estrés puede cambiar la existencia de una persona. Ese respiro puede incluso modificar la dinámica laboral y personal de todos los que lo rodean.
O en palabras de ella, los espacios público importan “no solo por el número de personas que los usan, sino por el número aún mayor de personas que se sienten mejor con su ciudad simplemente por saber que están ahí. Los espacios públicos pueden cambiar cómo vives en una ciudad, lo que sientes por esa ciudad, si la prefieres a alguna otra. Son una de las principales razones por las que te quedas en esa ciudad.”
Así que, si buscamos generar un ecosistema de emprendimiento e innovación en nuestra ciudad, seamos defensores de los espacios públicos; que son el catalizador de la interacción humana.
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