Por Rodrigo Quintero via simplechange
El emprendimiento social en los contextos de subdesarrollo, como es el caso de México, va más allá del hecho de que los emprendedores desarrollen herramientas relacionadas con sus áreas de trabajo, impulsen el comercio o adapten las tecnologías de la información a sus espacios laborales. Significa un cambio de paradigma en la forma de llevar a cabo los negocios y de modificar el modelo económico imperante en pro de un desarrollo equitativo, justo e independiente.
Hoy día muchos millennials mexicanos se encuentran fuertemente comprometidos con el progreso de comunidades indígenas que forman parte del crisol multicultural nacional, y que han sido víctimas de la histórica desigualdad e inequidad del país.
SIT LUCH, que significa ojo bordado en tseltal tenejapa, es un negocio de emprendimiento social liderado por Verónica Segura, internacionalista, quien vio la necesidad de crear una pequeña empresa para la comercialización de productos elaborados por las cooperativas de mujeres que trabajan la artesanía textil en el estado de Chiapas.
Actualmente maneja huipiles, enredos, carteras, bolsas, bufandas y otro tipo de accesorios, 99 por ciento de su público es femenino, esto debido a que los tonos de las prendas masculinas suelen ser muy vivas “y chocan con lo tradicional en ciudades como Monterrey”, aclaró Verónica.
“El trabajo ha sido muy bien recibido en Monterrey, ya que el mismo no es fácil de conseguir en el norte”, mencionó Verónica
La empresa por su parte dona 10 por ciento de las ganancias de sus ventas al desarrollo comunitario, el cual lo utilizan en rubros de salud y educación para sus familias.
“Las mujeres cuando se organizan comienzan a ganar prestigio dentro de sus comunidades y núcleos familiares”, enfatizó la internacionalista.
En ese sentido, el considerar el apoyo que se brinda a las mujeres es indispensable para el desarrollo de sus comunidades. Este objetivo lo tiene muy claro la Asociación Civil Zihuame Mochilla, que a partir de un programa en 2012 sobre derechos humanos enfocado a erradicar la violencia contra las mujeres, emprendió el proyecto denominado “mujeres emprendedoras”.
El programa se desarrolla en Nuevo León, en este caso se trabaja con diferentes etnias ya que el estado carece de población endémica, asegura la directora de la asociación Carmen Farías.
En la actualidad se trabaja con las etnias mixteca, otomí, mazahua y nahua, en su capacidad de autonomía económica y empoderamiento.
Existen 5 grupos, el primero produce tamales tradicionales y botanas, el segundo grupo empanadas, pan y mermeladas, el tercero mole y tortillas, el cuarto grupo hace panadería como roles y conchas y el quinto hace comida tradicional como salsas, zopes, etc.
Los productos se comercializan en mercados alternativos, que son mercados que siguen prácticas sustentables, como San Pedro de Pinta, el mercado de la Fregonería, Remax, y el Woodstock plaza en Santiago N.L.
“Los productos están dirigidos a un público general que aprecie la comida tradicional, y los mercados solidarios, personas que quieran apoyar el abatimiento de las condiciones de pobreza y marginación por medio de la inclusión a un mercado formal y de precio justo”, afirmó Farías
La base común que comparten estos emprendimientos es el hecho de respetar el denominado precio justo, que es la promoción de una relación voluntaria y justa entre productores y consumidores.
Este esquema la empresa comercializadora Fabrica Social lo tuvo en consideración desde que su creadora Dulce Martínez decidió en 2006 emprender una fórmula que mezclara el diseño tradicional, el trabajo cooperativo y el comercio justo.
El trabajo de Fábrica Social se enfoca en la capacitación de las mujeres artesanas, la confección y la internacionalización de sus productos, comenta Daniela Gremión, directora de proyectos.
“Se trabaja con diversas etnias como son mixteca, maya, ñañú, otomí, tzotziles y amuzgos”, refirió Daniela.
Una vez terminados los productos, que van desde prendas femeninas hasta ornamentos y accesorios, Fabrica social se vuelve el intermediario para la comercialización; el precio que es finalmente colocado, está determinado por el tiempo, la mano de obra y la dedicación del trabajo.
Fabrica Social cuenta con presencia en las ciudades de Tijuana, Puebla, Monterrey, Guadalajara, San Miguel de Allende y la Ciudad de México, así como en Estados Unidos.
La internacionalización de las empresas sociales es fundamental, para el crecimiento y desarrollo de las cadenas de comercio solidario, Folk, empresa que trabaja con artesanía textil dedicada al hogar, lo tuvo muy claro cuando que su creadora Yarla Landeros descubrió el potencial que tienen los patrones del diseño autóctono.
“Los primeros productos que se empezaron a comercializar fueron cojines hechos en telar de cintura de las regiones de Tenejapa y Zinacantán” comentó Yarla Landeros, emprendedora.
Folk, así como sus coetáneos se distingue por tener un público femenino mayoritario y por el apoyo económico que se destina a las comunidades para el desarrollo de las mismas.
La distribución de sus productos se hace por medio de boutiques que están ubicadas en Guadalajara y Querétaro, pero también se tiene presencia en Portugal.
“El trabajo realizado por las manos de nuestros artesanos indígenas es altamente valorado en el extranjero, me atrevería a decir que incluso más que aquí”, destacó Yarla.
La emprendedora confiesa que se trabaja muy de cerca en la creación conjunta de nuevos patrones, diseños, variedad de colores y fibras en un proceso de enriquecimiento conjunto, que conlleva el valorar significados implícitos en cada uno de los diseños.
A pesar de lo difícil que pueda resultar la confección y la creación de estas empresas, los resultados siempre son satisfactorios para estos emprendedores.
“Los bordados de Oaxaca son especialmente laboriosos y atrae mucho al público del norte”, confiesa Jesús Vázquez, CEO de Dulce Capricho.
Dulce Capricho, se ha dedicado a la comercialización de ropa artesanal que tiene su origen en los estados de Oaxaca y Chiapas. “La empresa le ha brindado a las personas que trabajan en la comunidad la oportunidad de permanecer dentro del seno familiar y crear cooperativas” añadió Vázquez.
La ropa se comercializa en Baja California Norte y Sur.
“Aquí es muy apreciada al igual que en los centros turísticos principalmente en las playas del país”, añadió Jesús.
“Se trabaja por medio de la computadora y el stock se maneja por medio del pedido que me hagan, las ventas son realizadas por medio de e-commerce”.
Con este tipo de iniciativas los millennials mexicanos tratan de romper con procesos de exportación de producción primaria.
“La consigna es dejar de vender materia prima para reemplazarla por producto terminado con valor agregado y sin lógica de volatilidad”, explica Alberto Irezabal, director de estrategia institucional de Capeltic.
Capeltic son cafeterías que buscan ser el vínculo con el consumidor final obteniendo el máximo valor agregado; generando de esa forma un intercambio entre dos cosmovisiones disímiles , por un lado el ciclo armónico del campo, y por otro la lógica del mercado global, teniendo como resultado un sistema complementario y funcional, añadió Irezabal.
Las sedes se encuentran dentro de las universidades Iberoamericanas ubicadas en las ciudades de Puebla, Guadalajara y el Distrito Federal. Las universidades que son de inspiración jesuita, compaginan la responsabilidad social que caracteriza a dichos centros educativos, junto con su capacidad de innovación, emprendimiento y multidiscipilnariedad que amalgaman los emprendimientos.
Llegando de esa forma a un nicho de mercado representado por jóvenes y académicos de nivel medio y alto, conscientes de la necesidad imperante por crear patrones de consumo que respeten el precio justo y el valor agregado del producto en aras de frenar la desigualdad y la marginación.
Hoy día la cooperativa produce 90 toneladas de café al año y llegan a distribuirlo a países como Estados Unidos y España. “El camino de la economía social y solidaria tiene potencial para revertir el contexto de desigualdad en el que vivimos”, finalizó el director.
En la actualidad según información de la Comisión Nacional Para El Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CNI), coexisten 15 millones de personas que se consideran indígenas, en su mayoría viviendo en condiciones de marginalidad. Por su parte los millennials que representan una cuarta parte de la población, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), están demostrando el poder de las empresas sociales. Ellos poseen una perspectiva innovadora que difiere de los valores y objetivos de la generación “X” y de los “Baby Boomers”, la cual busca crear un impacto social permanente en su sociedad y país.