Como emprendedores es común participar en procesos creativos en busca de la innovación. Y a lo largo de esta travesía, existe un viejo némesis que busca detenernos en todo momento: el miedo al fracaso.
Lo interesante ocurre cuando nos percatamos que este temor jamás se detiene, ni siquiera después de haber alcanzado el éxito rotundo. De hecho, generalmente ocurre todo lo contrario, como bien nos explica Elizabeth Gilbert, la autora del bestseller Eat, Pray, Love, en su plática de TED “Darle alas a la creatividad” (“Your Elusive Creative Genius”).
Según ella, el problema reside en los altos estándares que vive un artista o creador y cómo resulta en demasiada responsabilidad para manejar. En otras palabras, pensar que tú, como emprendedor, debes presentar ideas geniales produce una presión tal que acabas bloqueándote. O como diría Elizabeth, un miedo colectivo en relación a las creaciones, termina deteniendo a los artistas y creadores a intentar su idea.
Si esto es cierto, y personalmente creo que lo es, entonces la gran pregunta es ¿cómo podemos bajar los altos estándares de creatividad para incentivar a que más personas compartan sus ideas sin temor de que su idea no sea lo suficientemente buena para llevarse a cabo?
Porque, si consideramos que los problemas del mundo requieren de propuestas disruptivas, responder esto podría mostrarnos el camino a un ecosistema más diverso e innovador.
Lo que ella nos propone es algo muy interesante: externalizar el crédito de las ideas.
O, en otras palabras, entender la autoría de la idea como una colaboración entre diversas partes.
¿Lo mejor de todo esto? Que no es nada novedoso. De hecho, esa era precisamente la visión que dominaba hace unos 2,500 años. En la antigua Roma se creía que la creatividad provenía de un “espíritu asistente divino” que misteriosamente ayudaba a los artistas a completar su trabajo. A este espíritu incorpóreo creativo se le conocía como “genio”.
De esta manera, si tu trabajo es brillante no puedes atribuirte todo el mérito por él, ya que todos sabrían que haz recibido “ayuda” del dichoso genio. De la misma forma, si tu trabajo fracasa, no es totalmente tu culpa. Si, entiendo que puede parecer algo chistoso e ingenuo, pero en realidad entierra algo mucho más valioso.
Entendernos como quien materializa las ideas ajenas; ya sean provenientes de un espíritu misterioso o de la nube del inconsciente colectivo, nos libera del falso entendido de que las ideas tienen propiedad. Además, al verlo como una co-creación, generamos un constructo psicológico para protegernos de los resultados de nuestro trabajo; distanciando a las persona de los resultados.
Así que aquí están los 5 tips de qué hacer para quitarte el miedo al fracaso:
- Entiende a las grandes ideas como gotas que derraman vasos. No importa quien sea el autor, el crédito nunca es individual.
- No te quedes sin intentar una idea sólo porque es mala. La gente se define por lo que hace, no por lo que se queda sin hacer. En el peor de los casos habrás aprendido y sabrás que hacer después.
- No le temas a las críticas. Escucha lo que te sirve y lo demás tíralo; que probablemente no iba destinado a ti.
- Cumple con tu parte del trabajo. Haz las cosas como si los resultados no dependieran de ti. Y recuerda que no debes hacerlo por la fama sino por el simple placer de hacerlo.
- Acércate a proyectos donde se aplauda el fracaso y se entienda como un elemento vital de todo éxito.
Ah, y por supuesto, nunca dejes de intentarlo.
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